LÍNEAS

Todos estaban muy neviosos.
No había forma de encontrarle. El comisario se acarcó a nosotros y nos preguntó si podíamos crear algún programa para encontrarle.

Para empezar, nos planteamos crear un espacio en el que juntar los datos. Teníamos que conseguir dividir entre el bien y el mal. Esa primera división la hicimos simulando la ley, pero esa separación generó muchas dudas en el equipo. Había otras formas de entender el bien y el mal.

Añadimos otra función simulando la religión. Era muy parecida a la de la ley, pero no igual. Las cruzamos entre ellas y aparecieron los primeros espacios indeterminados. Esos espacios contenían el bien y el mal a la vez.

Con pequeñas variaciones conseguimos simular otros sistemas de leyes y otras religiones. Los espacios indeterminados se empezaron a multiplicar. La zona del mal cada vez se hacía más pequeña, pero los datos todavía no eran suficientes. Necesitábamos ganar mucho más espacio al mal.

Por eso, programamos una nueva función simulando la moral de cada individuo. La función individual. Resultó ser totalmente independiente a las funciones de leyes y religiones. Era capaz de atravesarlas a todas.

Y seguimos por ese camino. Conseguimos que cada individuo tuviera su propia función individual, entrando y saliendo del resto de leyes, religiones y convicciones morales.

Por primera vez, teníamos la sensación de poder interpretar comportamientos similares a la necesidad o la ambición y eso nos animó mucho. La zona en la que podía moverse alguien así, empezó a hacerse más pequeña.

Algunos de esos valores eran más extremos. Daban resultados impredecibles.

El programa, generó una cantidad de valores enorme, inmensa. Era muy difícil de leer y representar, pero al final, empezamos a ver los límites de todo.

Así descubrimos esos lugares, vacíos como agujeros negros. Zonas en los que se movía ese hombre, más allá de las líneas del mal que nadie nunca debería cruzar.

Gracias por venir.

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